¿Puede un cristiano ser un activista climático?
¿No debería ser la disminución de la pobreza la mayor prioridad mundial? ¿No se va a acabar el mundo de todos modos? ¿Están los activistas climáticos tratando de jugar a ser Dios? Todas estas preguntas son planteadas por individuos bien intencionados, que pueden no ver el cambio climático como algo de alto riesgo.