Postal desde Namibia: ¿Por qué la naturaleza no se puede valorar en dinero?
Si alguien se ha ganado el derecho a opinar sobre el precio monetario de la naturaleza, ése es Christiaan Bakkes. Como creyente “ávido e idealista” en las bondades de permitir que las comunidades locales obtengan un provecho financiero de la vida silvestre, pasó veinte años en organizaciones conservacionistas de Namibia ayudando a que esto suceda. Como en Namibia se establecieron cada vez más áreas de conservación de beneficio comunitario, durante un tiempo tanto la vida silvestre como las comunidades parecían estar floreciendo, todo esto ayudado por las provechosas lluvias que duraron a través de un ciclo de quince años. El escribe. “En las llanuras proliferaron los animales y aumentó el número de rinocerontes negros. Se vieron más crías de elefantes recién nacidos entre los pequeños rebaños adaptados al desierto. El león del desierto tuvo un retorno notable. ¡Qué placer fue llevar a viajeros extranjeros a un safari por este árido Edén africano!”
Pero en el corazón de la iniciativa hubo una contradicción que está destruyendo todos los logros de los quince años anteriores. Ahora la vida silvestre está siendo diezmada.
Debemos comprender la contradicción, porque Namibia es un microcosmos para un experimento iniciado a una escala global. El experimento se basa, por fe, en la máxima “si paga, se queda”. La contradicción es que “lo que se paga” no da razón moral para que la gente a la que se le paga, sepan cuándo ellas tienen suficiente Y así ha ocurrido en Namibia. Bakkes escribe: “Parece que incluso para los conservacionistas no hay lugar para la vida silvestre y la naturaleza, si ellos no pueden tener un valor financiero para la gente. Nunca ha sido tan evidente esta doctrina como en la conservación basada en la comunidad en Namibia. Todo se trata de dinero. Los beneficios financieros para la comunidad fueron el centro de todo. El orgullo nacional, la ética, la estética y las prácticas ecológicas sólidas comparten un triste segundo lugar, si hay algún lugar después de todo. Todo debe tener una etiqueta con el precio. Nuestra incesante búsqueda de beneficios financieros ha dado origen a una cosa: la AVARICIA. Se preparó el escenario para el desastre. Aumenta tu oferta, y todos los principios se van por la ventana”.
El pensamiento cristiano sobre la conservación sitúa a la vida silvestre y a las personas en el marco más amplio de nuestra identidad derivada. Sabemos que necesitamos ayuda con nuestra avaricia inherente. Sabemos qué importa, porque sabemos que hay un Dios que nos creó y quien amorosamente lo hizo todo. Lo que funciona para la creación y lo que funciona para la sociedad humana, y se encuentra dentro de una relación de confianza con Dios, con su creación, y con nuestras comunidades. En contraste con esto, confiar en satisfacer nuestro propio interés financiero como forma de asegurar el valor de la naturaleza mundial, es un atajo hacia la escasez y la extinción y un designio de desesperación.
Necesitamos recuperar urgentemente las raíces de nuestro propio valor y las del verdadero valor de todo lo que Dios ha creado.
El valor de la Creación no se puede medir en dinero, sino en un redescubrimiento de la amada naturaleza del mundo.
Leer “Final del juego para Namibia” (‘End of the game for Namibia’) de Christiaan Bakkes.
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