Por qué la conservación es un tema del evangelio
Informe del World Conservation Congress (Congreso Mundial de la Naturaleza), celebrado entre el 1 y el 10 de septiembre de 2016. Publicado originalmente en Christianity Today el 8 de septiembre.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales se reúne cada cuatro años. Por esa razón el encuentro de este año en Honolulú, Hawái, se celebra a la sombra del informe 2014 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que asevera que en sólo 40 años se ha perdido más de la mitad de la vida silvestre de todo el mundo.
Hasta hace poco tiempo, el movimiento conservacionista era abrumadoramente secular. Pero la sensación es que se trata de una crisis moral, e incluso espiritual. Como dijo en 2013 a un presentador de una emisora británica de radio Gus Speth, quien ayudó a fundar el Natural Resources Defense Council y era deán de la Escuela de Ciencias Forestales y Medioambientales de Yale:
«Yo pensaba que los principales problemas medioambientales globales eran la pérdida de biodiversidad, el colapso del ecosistema y el cambio climático. Creía que con 30 años de buena ciencia podríamos resolver estos problemas, pero estaba equivocado. Los principales problemas medioambientales son el egoísmo, la codicia y la apatía, y para resolverlos necesitamos una transformación espiritual y cultural. Y los científicos no sabemos cómo hacerlo».
Como reflejo de este cambio en el énfasis, en el programa de la conferencia de este año se incluye por primera vez un “viaje de la espiritualidad”. El lugar donde se celebra la conferencia, en la región del Pacífico, donde la vida espiritual se encuentra menos segregada de la vida pública que en Europa, también puede suponer una diferencia. En la ceremonia inaugural, en un lenguaje claramente distinto del utilizado en Congresos anteriores, se dieron gracias a “nuestro Padre celestial” por su “creación”. Ciertamente, muchos profesionales y científicos conservacionistas, en especial pero de ninguna manera únicamente del Sur Global, profesan una fe de vida cristiana. No obstante, integrar esa fe en sus vidas laborales puede suponer un verdadero reto. Trabajan con paradigmas y lenguaje, como “gestión de los recursos naturales” o “servicios de ecosistemas”, que se formaron antes de que los cristianos participaran. Considere el contraste con el trabajo médico, por ejemplo, que se desarrolló en todo el mundo, a lo largo de muchos siglos, a partir de la compasión específicamente cristiana.
Quizá debido a esa falta de raíces (se ha dicho que el ecologismo es “una ética en busca de una religión”) y también porque quienes toman las decisiones y la gente de a pie parecen tan a menudo desconectados del peligro claro y presente para la biodiversidad, el movimiento conservacionista global busca con urgencia clarificar la razón por la que la naturaleza es importante. Actualmente existen dos propuestas principales: que la naturaleza es importante porque la necesitamos para sobrevivir como especie humana, y que la naturaleza tiene un valor intrínseco. Ambas propuestas hallan ecos en el evangelio cristiano, pero ninguna es adecuada por sí misma. Los cristianos podrían señalar a la invocación global, ciertamente cósmica, del lenguaje de Pablo de «reconciliar todas las cosas» (Colosenses 1:20), a la imagen del gemido de toda la creación mientras espera la liberación de la humanidad de nuestra propia esclavitud al pecado y la explotación que acarrea (Romanos 8:19–24) y al Salmo 104, uno de los primeros y más hermosos himnos a la biodiversidad, con su convicción de que Dios creó todas las cosas con amor y sabiduría.
Pero una participación más profunda de los cristianos en el movimiento conservacionista pondrá al descubierto algunas verdades incómodas. A Rocha es la única organización conservacionista cristiana internacional presente entre los 9.000 delegados del Congreso. Si esto fuera un evento internacional comparable sobre el desarrollo humano o humanitario, más de la mitad de las organizaciones presentes contaría con una identidad o historia cristianas.
De manera que a nuestros colegas y amigos del mundo conservacionista les parece que muy pocos cristianos consideran, aunque nos oigan decir que creemos que la tierra pertenece al Señor, que ésta no es únicamente un entorno de “recursos naturales” para el desarrollo económico humano. Los conservacionistas oyen mensajes de indiferencia, o cosas peores, de algunos de los líderes cristianos más enérgicos a los que encuentran en los medios de comunicación. El evangelio de la prosperidad que resuena en tantas partes del mundo, con su inconsciente aceptación de un consumismo desbocado, no tiene sentido para quienes tienen un agudo sentido de los límites y de las lindes del planeta. Por lo tanto, no es sorprendente que muchos líderes conservacionistas sean escépticos en cuanto a que la fe cristiana sea transformadora.
Conexiones extrañas
Hay dos cosas que podemos hacer para ayudar a cambiar esa percepción. En primer lugar, podemos ayudar a que aquellos que han hecho un gran trabajo puedan difundir más ampliamente sus relatos. Esta mañana, al terminar la reunión de plegaria que realizamos todos los días en el salón de exposiciones del Congreso, Osvaldo Munguía, de Honduras, me ha hablado del trabajo de su organización, Mopawi. Mopawi trabaja en nombre del pueblo misquito, que vive en la selva tropical del este de Honduras. Con gran sacrificio motivado por la plegaria constante, y enfrentándose a intensas presiones del gobierno y los intereses de los agronegocios, Munguía y Mopawi han asegurado derechos sobre las tierras, y en consecuencia mayores logros conservacionistas, en más de 1,4 millones de hectáreas, un logro excepcional en América Central.
Se podrían contar muchas historias de heroísmo silencioso como ésta, pero los medios cristianos a menudo no establecen ninguna conexión entre la misión del evangelio y los temas medioambientales y les prestan poca atención. Por otra parte, los medios seglares, que están acostumbrados a cubrir el activismo medioambiental, están confusos ante la agenda más amplia y más holística de muchos grupos cristianos. Nunca han conocido a personas, motivadas por la fe, que combinen la preocupación con los animales y la justicia social o por la salud medioambiental y económica. La encíclica Laudato Sì del Papa Francisco ha ayudado a presentar a las audiencias, tanto cristianas como seglares, un mejor discurso, pero queda mucho más que hacer.
También es preciso que cambiemos la forma en que se obtiene y se gasta el dinero cristiano, ayudando a los cristianos generosos a ganar el dinero de maneras mejor alineadas con la manera en que lo donan. No tiene sentido ganar riquezas agotando la buena tierra de Dios y después donar parte de los beneficios para reparar el daño humano y ambiental. Y deben asignarse muchas más donaciones cristianas para reparar la devastación ecológica responsable por tanta aflicción humana. Gran parte del sufrimiento humano procede de causas previas de una creación gimiente: pérdida de especies, deforestación, escasez de agua, contaminación, cambio climático y muchos otros de los bien documentados impulsores de la crisis de nuestro siglo.
Todas las criaturas de Dios
Unos días antes del Congreso, el presidente Obama anunció la creación de la mayor reserva marina del mundo, el Monumento Nacional Marino Papahānaumokuākea frente a la costa de Hawái. La reserva existente cuadruplicará su extensión al ampliarse hasta más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente el doble de la superficie de Texas (o la dimensión de Peru y Ecuador juntos). Aún así, otro presidente que habló en el Congreso, Tommy Remengesau de Palau, al tiempo que alababa a Obama por consolidar «su legado como líder oceánico», desafió a los Estados Unidos a seguir el ejemplo de Palau y convertir el 80 por ciento de su zona marítima económica exclusiva en aguas protegidas. Actualmente sólo un 2 por ciento de las aguas del mundo están declaradas como santuarios marítimos. Palau intenta presentar una moción que ampliaría esta cifra al 30 por ciento. (Las naciones del Pacífico, como Palau, pueden tener poca población y superficie terrestre, pero controlan áreas de la superficie de la Tierra que equivalen a cuatro veces la de Estados Unidos). Muchos científicos dudan de que ni siquiera estos ambiciosos objetivos puedan igualar la escala y el ritmo del agotamiento actual de especies marinas. De manera similar, el objetivo del Acuerdo de Bonn de 2011 es restaurar 1,5 millones de hectáreas de bosque, una perspectiva maravillosa y que suena impresionante. Pero al ponerlo frente a las previsiones de 2014 de Global Environment Facility, según el cual están degradadas 2 billones de hectáreas a nivel global, parece estar lejos de lo que se necesita, especialmente porque el área degradada ha crecido sustancialmente desde las últimas evaluaciones.
Hasta que una forma verdaderamente persuasiva y coherente de valorar la naturaleza capte la atención de los políticos, los empresarios, los agricultores y los pescadores, lo más probable es que la actual tendencia devastadora continúe. Por supuesto, los cristianos podemos recurrir a una visión coherente y en todo el mundo hay muchos cristianos profundamente comprometidos en el cuidado de la creación. Pero sólo estamos en los comienzos. Nuestras oraciones, nuestro trabajo y nuestro testimonio estarán incompletos hasta que nuestra resposabilidad de conservar la gloriosa diversidad de las criaturas de la tierra, regalo de Dios, se convierta en una segunda naturaleza.
Vea la participación de quince minutos de Peter en un panel multiconfesional del Congreso para la Conservación Mundial, en el siguiente vídeo (en inglés).
Traducción: Marisa Raich
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