Un problema enorme y una solución para hacerlo más pequeño
Le Bourget, París. El hervidero de actividad mundana. En la entrada, me entregaron una manzana. Orgánica, por supuesto. Busco mi camino hacia las puertas a través de las banderas de muchas naciones, atrapado en una multitud de jóvenes modernos. Fue entonces cuando me di cuenta de que ellos tenían insignias y yo no. Entrada incorrecta. Busco un camino alrededor de la sede, en la parte posterior, hasta una carpa temporal tras unas puertas cerradas, donde las personas comunes sin insignias esperan a que les permitan entrar.
El 4 de diciembre tuve ocasión de asistir a una conferencia. El objetivo: progresar en la agenda sobre los océanos y el cambio climático en la COP21. Asistieron muchos conferenciantes de muchas organizaciones importantes, presidentes y políticos, todos para promover el enfoque en los océanos dentro de las negociaciones sobre el cambio climático. La atención se centraba en gran medida en proteger los servicios para nosotros, los seres humanos, contra las amenazas relacionadas con el cambio climático. Las preocupaciones sobre el aumento del nivel del mar que está devorando tierras habitadas, con islas enteras que podrían quedar sumergidas antes de que yo fallezca. Preocupaciones sobre la pesca y la seguridad alimentaria. Amenazas al propio oxígeno que respiramos. Con muy poca atención a la protección de la biodiversidad.
Al día siguiente, A Rocha organizó una conferencia en París para animar a los cristianos a pensar y actuar sobre los problemas del cambio climático. Hubo un sólido enfoque en la justicia social y en la llamada a que los cristianos cuiden de la creación de Dios. Toda la creación de Dios.
Aquí tiene un vídeo de la conferencia de A Rocha en París:
¡Aquí estoy con mi camiseta de voluntario (con Sarah French) mostrando lo feliz que me sentía de estar allí!
Dos ángulos muy diferentes de un enorme problema. En la COP21, la presión se ejercía sobre nosotros. Tenemos que salvarnos a nosotros mismos. Somos los héroes y los villanos, los culpables y la solución. Imagínese lo que deben sentir nuestros líderes mundiales, acostados en la cama por la noche. Son simples hombres y mujeres, con el peso del mundo sobre sus hombros. No son dioses. No son salvadores. Culpables, sí. Como lo soy yo. Pero en cuanto a las soluciones, ¿cómo podrían estar a la altura de la magnitud de las consecuencias del cambio climático? ¿Pueden hacer que los océanos desciendan? ¿Pueden multiplicar los peces? ¿Pueden actuar de maneras completamente justas y en interés de la población mundial?
¿Quién midió las aguas en el hueco de su mano?
¿Quién midió los cielos con sus dedos?
¿Quién conoce el peso de la tierra, o ha pesado los montes y colinas con una balanza
¿Quién puede aconsejar al Espíritu del Señor?
¿Quién sabe lo suficiente para aconsejarle o enseñarle?
¿Ha necesitado el Señor alguna vez el consejo de alguien?
¿Necesita instrucción sobre aquello que es bueno?
¿Alguien le ha enseñado lol correcto o le ha mostrado la senda de la justicia?
No, porque todas las naciones del mundo no son más que una gota en el cubo.
No son más que polvo en la balanza.
Él toma la tierra entera como si fuera un grano de arena.
Toda la madera de los bosques del Líbano y todos los animales del Líbano no serían suficientes para hacer un holocausto digno de nuestro Dios.
Las naciones del mundo no valen nada para Él.
A sus ojos valen menos que nada, simple vacío y banalidad.
(Isaías 40:12–17)
Existe un Dios que empequeñece el problema. Estas simples palabras sólo insinúan su genialidad. La solución a nuestros problemas es Jesús. Sólo Él nos puede salvar. Él nos da su Espíritu Santo que nos da el poder para traer el reino de Dios a la Tierra. Ahí es donde está anclada mi esperanza.
Y toda la gloria a Dios, que puede, mediante su temible poder al trabajar dentro de nosotros, conseguir infinitamente más de lo que podríamos pedirle o pensar […] (Efesios 3:20)
Este versículo ha influido en algunos de los puntos decisivos más cruciales de mi vida hasta el momento. Mi imaginación es francamente desenfrenada, y paso mucho tiempo pensando cómo es el reino de Dios que vendrá a la tierra. Pero mi imaginación de ninguna manera podrá alcanzar las profundidades de lo que hace Dios; la belleza de su plan de salvación, los propósitos y planes impresionantes que tiene para su amado planeta. Mueve a los corazones para que entren en acción en todo el mundo, remueve la esperanza. Hay gente que se levanta, que Le reconoce y depende de Su poder. Espero contarme entre ellos.
Imagen pequeña : ‘El tubo’, por Misty
Traducción : Francisco González / Marisa Raich
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