Sembrando la semilla de A Rocha en Canadá
El tema en nuestra iglesia de un tiempo acá ha sido “la buena semilla”, y nuestro pastor ha hablado de la buena semilla del Reino de Dios – semillas de amor, justicia y gracia que se siembran en aparente oscuridad y al azar, pero que crecen como las hierbas invasoras, grandes, fuertes y vibrantes. Cualquiera que haya estado cerca de A Rocha durante algún tiempo sabe que esta ha sido nuestra historia en todo el mundo. Y ha sido nuestra historia también en este particular rincón del mundo, Canadá.
Todo comenzó hace 17 años, cuando Peter y Miranda Harris llegaron a Vancouver para impartir una clase en el Regent College. A partir de esa clase y de reuniones posteriores en toda la ciudad, un grupo heterogéneo de ‘cristianos amantes de la Tierra’ se reunió alrededor de mesas de café y en caminatas de observación de aves para ver si el sueño de A Rocha podía echar raíces en suelo canadiense.
Comenzó bastante pequeño – ¡nuestro primer miembro del equipo a tiempo parcial, Karin Boisclair-Joly, trabajaba en un armario debajo de una escalera! Cuando Markku y yo nos unimos a Patrick Lilley y comenzamos como el primer equipo y directores a tiempo completo de A Rocha, mejoramos mudándonos a nuestro sótano. Nuestros primeros eventos a menudo no reunían a más de cinco o diez personas en el mejor de los casos, y teníamos muchos problemas con nuestro pequeño presupuesto operativo. Cuatro años más tarde aterrizamos en nuestro primer centro de estudios de campo en el río Little Campbell en Surrey, Columbia Británica. La semilla había germinado de repente, y la planta había echado raíces. Aunque todavía era una cosa frágil, la semilla de mostaza de aquella primera visión había echado un tallo y ramas y los pájaros y las bestias (¡léase los estudiantes en prácticas!) encontraban refugio bajo su sombra.
A lo largo de los años nos ha sorprendido la gran cantidad de personas que han encontrado su camino hacia nosotros – gente de todo el mundo y también vecinos próximos. Personas que nos han ayudado a recuperar ríos salmoneros, a abrir la maravilla de la creación a miles de escolares y a cultivar quintales y más quintales de hortalizas orgánicas para las familias locales y para las personas que subsisten con bajos ingresos.
Y la semilla de mostaza se auto propagó. Brotó otro centro en la zona rural de Manitoba. En Winnipeg prospera un proyecto urbano que trabaja con los más marginados, florece una red de huertos comunitarios que se extiende por todo el país de costa a costa y, más recientemente, un nuevo y fenomenal nuevo centro en Surrey, Columbia Británica, nos ha sorprendido a todos por sus proporciones y posibilidades. No podríamos haber planeado este crecimiento. El Sembrador sembró la semilla de la visión de A Rocha en la tierra fértil de unas pocas almas ingenuas que formaron la primera junta directiva, voluntarios y equipo, que juntos creían que el cuidado de la creación como misión cristiana era una llamada merecedora de nuestras vidas, el Espíritu la regó y ha brotado la extraordinaria fruta.
Traducción: María Eugenia Barrientos / Marisa Raich
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