¿Una COP justa?
Fue extraordinario estar en París durante las negociaciones de la COP. Como era de esperar, la seguridad era extremadamente estricta y visible. Los dos eventos principales de A Rocha –un debate sobre «Fe y conservación» en la sede principal de la COP y una conferencia en colaboración con otros grupos cristianos en una iglesia del centro de París– estuvieron abarrotados y despertaron un gran interés. La razón para ello fueron en gran parte nuestros excelentes oradores, el obispo Ef Tendero de la Alianza Evangélica Mundial y la Dra. Katharine Hayhoe, comprometida evangélica y respetada científica del clima. En un día hice más entrevistas con los medios que nunca antes, ¡y eso no fue nada en comparación con el alboroto que rodeaba a la Dra. Hayhoe! En algunos momentos la sede de la COP, situada en Le Bourget, parecía más un festival que una conferencia seria, con un circo de eventos que abarcaban desde la ciencia de vanguardia hasta espectáculos culturales extraños y maravillosos. Luego llegó la agonizante espera del acuerdo final, con rumores y especulaciones por todas partes, hasta la unánime aceptación final por parte de 195 países.
Y ahora que el polvo se ha asentado, las carpas han sido desmontadas y el circo se ha marchado de la ciudad, ¿qué vamos a hacer con el acuerdo de la COP21? Y ¿hacia dónde vamos a partir de aquí ?
¿Aturdidas y confundidas? Parece que muchas organizaciones están en estado de shock ante el aparente éxito de París. Fue, sin duda, un notable logro diplomático. De antemano nadie pronosticaba un texto que aspirase a limitar en el mundo entero el aumento de la temperatura a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, fijase la meta de recaudar 100 mil millones de dólares anuales para ayudar a los países más pobres a adaptarse y hablase de un objetivo de cero emisiones a nivel mundial para fines de este siglo. ¡Qué contraste con la última vez que el movimiento ambiental mundial manifestó su enojo por la conferencia sobre el cambio climático en Copenhague, en 2009! Recuerdo muy bien la desesperación y el pesimismo –incluso entre muchos cristianos– que siguieron al estrepitoso fracaso de aquella reunión. Ahora la desesperación ha dejado paso a la euforia y a las palmadas en la espalda. Leyendo algunas notas de prensa, se podría pensar que el planeta ya está a salvo: ¡misión cumplida!
¿Eufemismos? Otros han sido ácidamente críticos y han resaltado la imprecisión del texto:
- Un análisis del acuerdo muestra que el término «deberá» (que implica obligaciones legales) se utiliza 143 veces pero que en puntos clave, particularmente en relación con la financiación del clima, se utiliza el término «debería» (con carga moral, pero sin peso legal)
- Mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 °C, o incluso de 2 °C, significa dejar los combustibles fósiles sin extraer pero, sorprendentemente, los términos «combustibles fósiles», «carbón» y «petróleo» no aparecen ni una sola vez en las 32 páginas del acuerdo. Como ha señalado acertadamente 350.org, «Los gobiernos del mundo han acordado en principio una acción global, pero sin un compromiso claro sobre cómo y cuándo harán la transición para dejar de utilizar combustibles fósiles».
- El acuerdo de París aboga por soluciones tecnológicas y de mercado para producir energía ecológica y reducir las emisiones, pero hasta el momento todavía no se han dado a conocer esas soluciones.
- Ya se observan señales de algunos países que dan públicamente la bienvenida al Acuerdo de París pero lo ignoran en silencio… o, en el caso de algunos candidatos a la presidencia de los EE. UU., lo condenan activamente. El Gobierno británico ha elogiado el acuerdo de París, pero simultáneamente ha concedido licencias de fracturación hidráulico en el Reino Unido (incluso en algunos Parques Nacionales), lo que es completamente incompatible con los objetivos de la COP21.
La naturaleza de la COP y la naturaleza de la esperanza. ¿Quiénes tienen razón: los optimistas ingenuos o los pesimistas cínicos? ¿La COP21 resultará ser un punto de inflexión, o un callejón sin salida? En estos momentos los cristianos debemos acercarnos al modelo bíblico para encontrar orientación. Ni la desesperación de Copenhague ni la euforia de París van a durar. La esperanza última de los cristianos no se fundamenta en soluciones políticas y económicas, por importantes que sean, sino en el compromiso de Dios con la justicia y la creación. Una comprensión bíblica de la naturaleza humana nos dice que los pueblos y las naciones son capaces de hacer grandes cosas, pero son vulnerables ante la tentación y la codicia. También hay principados y potestades, en este caso intereses industriales y económicos establecidos, que deben ser nombrados y cuestionados. Si deben cumplirse las aspiraciones del Acuerdo de París, entonces el trabajo no ha hecho más que empezar.
Al final, una de las cosas más importantes de la conferencia de París no fue sólo un acuerdo sorprendentemente positivo pero imperfecto, sino que muchos grupos confesionales, incluidos cristianos evangélicos de todo el mundo, se reunieron públicamente para orar, compartir, hacer campaña y emitir un contundente comunicado unitario. El Departamento de Estado de los EE. UU. ha declarado «la comunidad creyente ha sido esencial para defender el argumento de que es nuestra responsabilidad moral afrontar el cambio climático. La comunidad cristiana ha lide3rado ese esfuerzo…». Trabajar codo con codo con hermanos y hermanas de muchos países, entre ellos Filipinas, India, Ghana, los Estados Unidos, Canadá y toda Europa, me hizo recordar Romanos 8:19: «La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios». Tal vez los hijos de Dios estén respondiendo por fin al gemir de la creación y atendiendo a su llamada para cuidar y conservar la buena tierra de Dios.
Traducción: Karina Atencio / Marisa Raich
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