Realmente, amor por la naturaleza
Alain de Botton escribió recientemente un artículo muy perspicaz (en inglés) sobre cómo la época tan hiperromántica en que vivimos nos ha predispuesto al fracaso en las relaciones de pareja. El autor señaló que la emocionante lectura que durante la niñez hizo de Emma Bovary le hicieron concebir expectativas muy poco realistas acerca de la situación real de convivir con un ser humano. La esencia de su artículo era esta:
«Con frecuencia, las representaciones del amor en nuestra cultura han sido sumamente engañosas a nivel psicológico. El hecho de que seamos tan desastrosos en cuestiones de amor —y las estadísticas sobre las rupturas de las relaciones sugieren que realmente lo somos— es un problema que, al menos en parte, podemos achacar a la cultura… Lo que falta son elementos cruciales de sabiduría, realismo y madurez. Nuestras historias de amor nos entusiasman de tal manera que esperamos cosas del amor que no son ni muy factibles ni muy prácticas.»
Debido al hecho de que este año hace cuarenta que me casé y que llevo treinta y tres de ellos trabajando para A Rocha, por amor a Dios y a su creación, eso me dio que pensar. Y estoy seguro de que ha dado con algo.
Ahora está claro para los creyentes cristianos. al igual que para otras personas. que no será por medio de la tecnología, sino gracias a un cambio fundamental en nuestros deseos más profundos. que podremos ayudar a que las especies y los hábitats de la tierra sobrevivan al devastador asalto al que los estamos sometiendo. Pero tenemos que reflexionar cuidadosamente si queremos tener la esperanza de poder sencillamente aprender a ‘amar a la naturaleza’. ¿Qué significa eso en realidad? ¿Qué es el amor, realmente?
De la misma manera que otras personas son complejas, imperfectas y difíciles como lo somos nosotros, así indican los relatos bíblicos que la misma causa de nuestro propio quebranto afecta también a la creación en general. En definitiva, es nuestra relación quebrantada con Dios la que ha arruinado todas las demás. Así que si queremos seguir trabajando para restaurar la creación, necesitaremos algo más que nebulosos sentimientos de amor o más que una inmersión regular en imágenes a cámara lenta de guepardos saltando por las llanuras al compás de violines o tambores. Será el compromiso tenaz, realista, sabio, comprensivo y arraigado en la comunidad lo que nos lleve a los lugares difíciles en los que la restauración ambiental marca la diferencia.
Para alcanzar el final ecológico de nuestro desafío necesitamos esos compromisos bien fundamentados que nos den la resistencia que necesitamos para el trabajo de campo que será necesario durante muchos años de fiel presencia en lugares como, por ejemplo, bosques calurosos y llenos de insectos o paisajes congelados y hostiles. En el aspecto de la toma de decisiones, donde los políticos, los empresarios o los inversores deciden sus opciones, puede significar organizaciones y líderes que estén dispuestos a sacrificar una parte de sus beneficios financieros a fin de poder incorporar indicadores de crecimiento y de éxito más amplios y sensatos.
Entonces decimos que sí al amor a la naturaleza, pero no nos engañemos sobre lo que puede significar el amor verdadero. En lugar de mirar hacia un crepúsculo de sentimientos de corta duración sobre lo bello que es todo, o cómo nuestro heroísmo individual podría ‘marcar la diferencia’, tal vez encontremos un modelo más auténtico en la pasión abnegada y sacrificial de Jesús que puede observarse en la mejor expresión de la Iglesia en todo el mundo. Seguir ese ejemplo puede proporcionarnos una sabiduría más profunda incluso si nos lleva por caminos más arduos.
De Botton concluye así:
‘Simplemente tenemos que contarnos historias más veraces sobre el progreso de las relaciones; historias que normalicen los problemas y que nos muestren un camino inteligente y útil para superarlos’.
Curiosamente, esta es frecuentemente la razón por la que la gente de A Rocha lee historias de la Biblia, y a menudo es así cómo nos hacen seguir adelante todos y cada uno de los días en nuestra propia historia de amor conservacionista con la creación.
Traducción: Victoria Bañales / Marisa Raich
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