Postal desde Portugal: volando juntos en el Fórum de Líderes de A Rocha
Cada primavera y otoño, las praderas norteamericanas acogen un evento notable. Se llama ‘kettling’, o encapsulamiento. Las grullas canadienses –Grus canadensis– migrantes hacen un alto en su ruta para reunirse y planear en las corrientes térmicas. Su número alcanza los cientos de miles, todas volando, todas subiendo y planeando en una misteriosa simetría. He tenido ocasión de presenciar este espectáculo de vuelo en remolinos, y he quedado maravillado. ¿Qué las induce a reunirse? ¿Por qué no partir simplemente en bandadas separadas, como aconsejaría la eficiencia? No soy ornitólogo. Soy cuentacuentos, por lo que mi versión antropomorfa sería algo así: las grullas canadienses vienen a una reunión familiar, para contarse historias sobre la pasada temporada, hacer planes para la siguiente y darse ánimos mutuamente para la siguiente etapa del viaje.
Acabo de volver de una reunión familiar parecida. Faltaban el plumaje y las patas arremolinadas de la reunión de las grullas, pero procedíamos de bandadas distintas que se han reunido para volar juntas durante un tiempo en Portugal. Los líderes de A Rocha y otros participantes de más de 20 países, de todos los continentes excepto la Antártida (seguimos esperando que los pingüinos envíen a un delegado) nos hemos reunido durante cinco días, una reunión que se produce sólo cada tres años. Cantamos con entusiasmo en tres idiomas como mínimo, y nos sentimos desafiados por las sabias palabras de la teóloga bíblica Ruth Padilla DeBorst. Pero la mayoría de nosotros se ha sentido alentado por las increíbles historias compartidas: historias sobre salvar bosques en Ghana, Nigeria y Kenia; historias sobre abrir los ojos de los niños a las maravillas de la creación en Nueva Zelanda, el Reino Unido y Uganda; historias sobre la significativa investigación en torno a la conservación de elefantes, paíños y chorlitos.
Han sido buenas historias. Han sido historias que nos han reafirmado.
¿Os gustaría oír una?
Ésta procede de Mwamba, un centro de estudios de campo de A Rocha en Kenia, en la costa del Océano Índico, y la relató Jaap Gijsbertsen quien, junto con su familia, pasó un año y medio ayudando a dirigir los trabajos.
Se le pidió que hiciera un retiro y que enseñara a Erisata, una organización de desarrollo comunitario en la reserva Masai Mara. Jaap aceptó gustosamente y preparó un curso de una semana que incluía la teología de la conservación de la creación, así como su aplicación práctica, pasando mucho tiempo con los hábitats y las criaturas que vivían alrededor del centro de A Rocha.
Al final de la semana, el equipo de A Rocha llevó a los participantes Masai a una excursión en un barco con fondo de cristal, a una reserva en el arrecife de coral donde llevan a cabo la investigación conservacionista.
Ninguno de los participantes había subido antes a un barco, ni mucho menos había nadado en el agua. Siendo pastores que vivían a 700 km del océano, aprender a nadar era completamente irrelevante, e incluso consideraban peligroso e irresponsable meterse en el agua.
En consecuencia, cuando Jaap ofreció unas máscaras submarinas, tubos para respirar y redes a aquellos serios Masai enamorados de la tierra, ellos se mostraron reacios. Pero con un poco más de persuasión, el jefe del poblado y pastor espiritual demostró su liderazgo al aceptar la propuesta de Jaap.
Tras atarse un dispositivo de flotación alrededor de la cintura, se lanzó al agua y se quedó flotando boca abajo, mirando al arrecife de coral. Estuvo flotando tanto tiempo, sin salir a respirar, que los miembros de su tribu empezaron a inquietarse. Precisamente cuando empezaban a discutir sobre quién debía ir a rescatar al jefe, éste sacó la cabeza del agua. En su rostro apareció una gran sonrisa, y gritó ‘¡Aleluya! ¡Dios es verdaderamente asombroso! ¡No os creeríais lo que hay aquí abajo!’
Su asombro por la belleza de lo que había contemplado era contagioso; casi todos los otros participantes también se lanzaron al agua, y todos ellos salieron con su propia expresión maravillada.
La semana terminó, y los participantes se marcharon transformados. Se marcharon no sólo con una completa comprensión del amor de Dios por toda su creación y de su responsabilidad de conservar activamente a los Masai Mara, sino también con una impresionante comprensión de primera mano de un mundo que hasta entonces ignoraban que existía.
Y debido a que, como líderes de Organizaciones Nacionales de A Rocha, nos reunimos y escuchamos aquella historia, también nosotros nos marchamos transformados; transformados en el conocimiento de que la conservación de la creación empieza con asombro.
La conservación de la creación empieza con asombro y se alimenta de reuniones amistosas, canciones, sabiduría y del intercambio de historias.
Traducción: Marisa Raich / Clara del Campo
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