Obsesionados con principios y finales
Recientemente estuve en Katmandú, hablando sobre el cuidado de la creación a un grupo de unos 90 dirigentes cristianos de todo Nepal, India, Pakistán, Sri Lanka y Bangladesh. Estaban todos muy receptivos… hasta que llegué a los planes futuros de Dios para la creación (escatología, si le gusta la jerga). ¿Seguro que todos iríamos al cielo? ¿Y qué pasa con el Arrebatamiento? ¿No habrá una nueva creación? ¿No será la tierra destruida por el fuego? Había tantas preguntas que tuvimos que encontrar un resquicio extra en el programa para hacer una sesión de 90 minutos de preguntas y respuestas sobre el destino final de la creación y sus implicaciones en cuanto al cuidado de la creación.
Esto me hizo reflexionar sobre cómo las teologías occidentales tóxicas (debido más al consumismo y el individualismo que a las Escrituras) se han exportado a tantos lugares del mundo (*), y a un nivel más profundo, acerca de la razón de que algunos cristianos dediquen tanto tiempo y energías a los comienzos y los finales. De manera que muchas de las antiguas y cansadas preguntas a las que se enfrenta repetidamente A Rocha se refieren a ‘Cómo comenzó el mundo’ (creación o evolución) y ¿Cómo finalizará el mundo’ (destrucción o renovación).
Sin embargo, de hecho la Biblia tiene poquísimo que decir acerca de los detalles de la creación o sobre los planes finales de Dios, y tal vez sea deliberado. Los escritores bíblicos no estaban muy interesados en saber cómo se hizo la tierra ni en cómo haría Dios finalmente que encajaran todas las cosas. No eran filósofos especulativos, historiadores racionalistas ni científicos modernos. Eran granjeros y poetas y profetas, enraizados en las realidades de la vida diaria. Estaban, y sugiero que nosotros deberíamos estar, mucho más interesados en cómo debemos vivir ahora a la luz de los planes y propósitos de Dios. Sugiero que las preguntas en las que se centran Génesis 1–3 y Apocalipsis (así como fragmentos de Daniel, 2 Pedro y otros pasajes sobre “tiempos finales”) incluyen las siguientes:
- ¿Cuál es el carácter del Dios que tiene en sus manos el destino de la creación?
- ¿Qué significa ser humano en un mundo de muchas criaturas y un solo Dios?
- ¿Cómo se supone que debemos vivir dentro de la luz de los planes de Dios para el mundo?
- ¿Cómo gestiona Dios, y cómo podemos nosotros vivir con, la realidad del sufrimiento, la muerte y el mal?
Se trata de preguntas más morales que filosóficas. Es interesante que las parábolas de Jesús en Mateo 25 se centran menos en el detalles de los planes finales de Dios y más en cómo debemos vivir a su luz. ¿Estamos preparados para el regreso del esposo (1–13)? ¿Hemos administrado bien aquello que nos fue encomendado (14–30)? ¿Tratamos a los más vulnerables de manera que honre la imagen de Dios en ellos (31–46)? Superficialmente estas preguntas no parecen tener implicaciones ecológicas, pero de hecho todas las tienen. Mantener nuestras lámparas encendidas trata de vivir a la luz del Señorío de Jesús sobre toda la creación. Si la creación está hecha por y para, y contiene a, Jesús (Colosenses 1:15-17), entonces permitir que la naturaleza prospere hace brillar la luz del Señorío de Jesús. Los “talentos” de 14–30 son de hecho la riqueza material de la creación, ya sea en forma económica o tangible, y somos responsables de nuestra administración de los recursos de la creación. En la tercera parábola, los hambrientos y sedientos y forasteros en quienes deberíamos ver a Cristo hoy son a menudo víctimas del cambio climático, la inseguridad del agua y los alimentos, la deforestación y la desertificación. Quizá incluso debiéramos ver que “el último de ellos” incluye a las criaturas como nosotros, las especies diezmadas y conducidas a la extinción por nuestro abuso de la buena creación de Dios.
De manera que la próxima vez que le distraigan preguntas sobre cómo se creó la tierra o cómo terminará todo, deténgase y desafíe a quien pregunta. La Biblia parece claramente desinteresada por tales preguntas especulativas, y la experiencia me enseña que a menudo son una excusa para ignorar la necesidad de cambiar nuestro comportamiento. Intentar discutir con opiniones creacionistas o dispensacionalistas firmemente sostenidas raramente conduce a ninguna parte. En lugar de ello, cambie el enfoque. Jesús a menudo replicó a preguntas ociosas planteando una pregunta diferente. Intente preguntar «Si la creación existe para Jesús, ¿cómo querería él que la tratáramos?», o «¿Qué significa en la práctica buscar el Reino de Dios “como en el cielo así también en la tierra”?», o incluso «¿Qué ha hecho usted por la más pequeña de las criaturas de Dios?». En Nepal descubrimos que cambiar el enfoque de los detalles de la teología de tiempos finales a vivir el Señorío de Cristo aquí y ahora cambió palpablemente la atmósfera.
Jesús es el mismo ayer, hoy y por siempre, pero nuestra tarea es vivir como si fuera el Señor, hoy, en el lugar en el que él nos puso. ¡Podemos dejar que Dios se encargue del resto!
* Vea mi anterior publicación ¿Cuál es el futuro del planeta Tierra? y con mayor profundidad mi capítulo (en inglés) ‘Jesus is Lord … of all?’ Evangelicals, Earthcare, and the Scope of the Gospel (“Jesús es el Señor… ¿de todo?” Evangélicos, Cuidado de la creación, y el Ámbito del Evangelio”) en el libro Creation Care in Christian Mission (ed. K Kaoma, Regnum Books, 2015)
Traducción: Marisa Raich
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