La medicina de la conservación
Recientemente pasé una semana en el Caribe invitado por la Saint Luke Society (Sociedad de San Lucas), un extraordinario grupo de personal médico que se dedica a servir a algunas de las comunidades más necesitadas de la América Central y de Sudamérica. Desde México hasta el estrecho de Magallanes, estos héroes del evangelio se entregan para proporcionar refugios seguros a mujeres y niños víctimas de abusos y rehabilitación para los drogadictos derrotados, y que a menudo son la única atención médica disponible para comunidades desesperadamente pobres.
El viaje hasta el lugar de la conferencia, hasta las chabolas que rodean Santa Dominica, fue ilustrativo de algunos de los retos. Hablamos con algunas de las 50.000 personas que dependen de la clínica de San Lucas para toda la atención médica y con algunos de los varios centenares de niños que, sin la escuela de San Lucas, estarían condenados a vagar todo el día por las (muy inseguras) calles.
Normalmente, cuando pronuncio una conferencia acerca de la degradación medioambiental o la base bíblica para el cuidado de la creación, lo hago ante una audiencia convencida de la crisis pero escéptica acerca del significado de la fe, o ante grupos cristianos cuya fe es fuerte pero que se preguntan qué tienen ellos que ver con la salud física del planeta.
En Europa y en los Estados Unidos, algunos oyentes privilegiados me han desafiado a menudo diciendo algo como: ‘Vale, la conservación está bien para nosotros, los del occidente rico que podemos permitirnos ser conscientes del medio ambiente; pero, ¿qué pasa con los pobres que no pueden permitirse preocuparse por esas cosas?
Y así fui recopilando datos, gráficos e ilustraciones que pusieron de manifiesto que estamos sobrepasando en mucho los límites planetarios para el uso sostenible del planeta. Las diapositivas resultantes fueron una letanía de malas noticias:
- impactos del cambio climático – con tormentas cada vez más feroces, cambios en los modelos de pluviosidad a largo plazo, sequías e inundaciones
- se prevé que el número de migrantes desplazados por la degradación medioambiental sea de unos 200 millones en el año 2050
- 40.000 muertes prematuras en el Reino Unido cada año a causa de la contaminación del aire
- Una disminución del 99% de los buitres picofinos en India en sólo una década, lo que supone enormes cantidades de carcasas de ganado en descomposición y una rápida proliferación de perros cimarrones portadores de rabia
- Aumento de la presencia de esquistosomiasis en el Lago Malawi debido a la creciente población de los vectores de los caracoles, a causa de la pesca excesiva de los depredadores naturales de los caracoles.
También me proveí de una poderosa cita del Dr. Paul Brand, un médico americano pionero que trabaja con pacientes leprosos en la India:
«Renunciaría con satisfacción a la medicina mañana mismo si haciéndolo pudiera influir de algún modo en la política relativa al fango y la tierra. El mundo morirá por falta de agua y tierra puras mucho antes de morir por falta de antibióticos o falta de habilidades y conocimientos quirúrgicos».
No hubiera debido preocuparme de persuadir a mi audiencia. El grupo me abrumó con síntomas de malestar general provocado por sus propias experiencias: lluvias poco fiables, inundaciones, cosechas perdidas, modelos cambiantes de enfermedades y estragos comunitarios a medida que los recursos naturales empiezan a faltar. También me hablaron sobre el efecto de la disfunción medioambiental sobre los más pobres, con el potente mensaje de que es el más rico y aislado mundo occidental el que no acepta seriamente su responsabilidad medioambiental, mientras los pobres sufren las consecuencias.
Pero lo que resonó con más profundidad entre los médicos y los trabajadores comunitarios fue la historia divina de amor y por ello, en último término, la esperanza para el planeta. Ya sentían en sus propios huesos que la prosperidad humana sólo es posible en un entorno saludable, pero entonces vieron cómo sus propios anhelos de un cuidado responsable de la creación procedían directamente de las páginas de las Escrituras.
Muchos de ellos describieron la sensación de que por fin las piezas de un puzle encajaban en su lugar mientras revisábamos el primer capítulo de Coloseos y se tomaron en serio lo de ‘todas las cosas’ reconciliadas por Cristo. Cristo revirtió las consecuencias del pecado de la humanidad en la caída, restaurando las relaciones entre las personas, Dios y la Tierra. Los ministerios representados en la conferencia están trabajando en esta reconciliación en sus comunidades. Aquellos que ya cuentan con un componente medioambiental en su proyecto volvieron a casa animados, y muchos otros declararon un nuevo deseo de integrar el cuidado de la creación en su trabajo médico. ¡En consecuencia, yo también volví animado a casa!
Traducción: Marisa Raich
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