Homenaje a Eugene Peterson
Nos unimos a los miles de personas que lloran la pérdida de Eugene Peterson, un profesor muy querido y una guía para muchos de los que formamos la familia A Rocha en todo el mundo.
Desde el potente mensaje que lanzó en la primera conferencia de A Rocha / Regent College celebrada en Vancouver en 1997, hasta sus últimas y memorables charlas impartidas en Laity Lodge, en Texas, cerca de veinte años más tarde, ha sido un amigo incondicional y generoso. En su profundo trabajo de revelación de las profundidades de la sabiduría bíblica para toda vida, renovó nuestra esperanza y nos ayudó a encontrar profundos manantiales de alegría en nuestra llamada a cuidar de la creación. Una llamada que él y Jan han compartido, y su compromiso y su compañerismo nos han conmovido constantemente.
En enero de 2008 nos escribió, después que él y Jan hubieran leído Kingfisher’s Fire (El fuego del martín-pescador, la historia de A Rocha) en alta voz, a lo largo de un mes. «Lo que sentimos durante aquellas semanas de lecturas fue una extraordinaria sensación de congruencia, incluso de intimidad… había una sensación compartida de identidad en este trabajo por el Reino, una sensación de parentesco, una intuición de algún tipo de ADN vocacional clonado… Tuvimos la sensación de que habíamos estado trabajando conjuntamente con vosotros durante los pasados 25 o 30 años, sin saberlo. Nos hace sentir magníficamente tanta compañía en lo que a menudo era un trabajo solitario». Pronunciada por una pareja con tal integridad y una valentía casi profética (¡cómo hubiera rehuido Eugene esos términos!), esa reflexión se convertía en una afirmación y un ánimo extraordinarios.
También es un recordatorio de que aunque la sabiduría y la fuerza de los escritos y las enseñanzas de Eugene aportan ahora frutos a muchos en nuestras vidas, durante la mayor parte de su vida fue una voz oculta e incluso no reconocida, totalmente contraria al brillo y el centelleo de la mayor parte de la subcultura pública evangélica de América del Norte. El hecho de que permaneciera tan fiel a su Señor, a la creación y a los textos bíblicos es un regalo duradero que nos esforzamos en merecer mientras perseveramos en «conocer y servir al Señor».
Traducción: Marisa Raich
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