Código rojo para la humanidad: ¿Podemos nosotros, y el mundo, seguir prosperando?
A principios de Agosto, el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) publicó su último informe de evaluación (AR6, WG1), una síntesis consensuada de cientos de científicos y múltiples modelos informáticos, procedentes de las instituciones científicas más importantes del mundo. Los titulares mencionaron al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, quien describio el informe de «código rojo para la humanidad. Las señales de alarma son ensordecedoras y las pruebas son irrefutables».
Una vez leído el Resumen para Responsables de Políticas (en inglés, SPM), lo que me ha resultado impactante es la escala y la velocidad que predicen estos prudentes académicos. No hay duda sobre la causa de los fenómenos climáticos extremos que estamos viviendo en todo el mundo (incendios, sequías, inundaciones, ciclones, huracanes, decoloración de los corales, derretimiento de los glaciares y los casquetes polares): «Es innegable que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra» (SPM, p.5). Palabras como «sin precedentes», «generalizado», «rápido» e «irreversible» abundan en el informe. Resulta aleccionador leer que podemos alcanzar un aumento de temperatura de 1,5ºC en diez años y que, por muy rápido que pasemos a las emisiones netas de carbono, algunos cambios, como el deshielo de los casquetes polares y la subida del nivel del mar, continuarán durante miles de años.
Entonces, ¿Cómo reaccionamos, los cristianos que creemos que Dios se preocupa por la creación?
Ciertamente, debemos afligirnos y lamentarnos profundamente mientras asimilamos este informe y sus implicaciones para las comunidades vulnerables, las generaciones futuras y el mundo natural. También deberíamos rezar, pronunciarnos y actuar cuando nuestros líderes políticos se reúnan en noviembre para la COP26 en Glasgow, Escocia. A Rocha participa en una serie de iniciativas importantes, como los Climate Intercessors, Climate Sunday y Christian Climate Observer’s Program, y muchas otras, como el inspirador Relevo YCCN de jóvenes que caminan hacia Glasgow. Todo esto es un importante trabajo del Reino.
Sin embargo, también tenemos que captar la imaginación de quienes se niegan a aceptar la crisis climática o se sienten abrumados por ella. Hablar de un futuro aterrador y cómo evitarlo no es suficiente y puede ser contraproducente. Necesitamos una visión bíblica de la esperanza más allá de la catástrofe, unida a un camino práctico que demuestre buenas noticias para un mundo herido. La crisis puede convertirse en una oportunidad cuando nos permite imaginar un futuro diferente.
Asi pues, me siento muy animado por la consulta trienal de Miqueas Global, organizada virtualmente desde África del 5 al 10 de Septiembre pasado, que incluiran charlas y participaciones de varios miembros de A Rocha. Se basa en el tema Kushamiri, que en swahili significa florecer. La red global de Miqueas reúne organizaciones cristianas que buscan actuar con justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con Dios (Miqueas 6:8), abordando la pobreza, el género, la defensa política, la pacificación, los negocios, la agricultura, la salud, la biodiversidad, el discipulado integral y mucho más. A Rocha se enorgullece de participar, porque la visión aquí es una visión profundamente bíblica del florecimiento.
A lo largo de las Escrituras, desde el Jardín del Edén en Génesis 1 hasta el río de la vida en Apocalipsis 22, Dios anhela que toda la creación florezca. La abundancia, la fecundidad, las relaciones armoniosas e interdependientes y la bendición don el núcleo del concepto de shalom del Antiguo Testamento y de las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios. Ambos son prácticos, terrenales, profundamente relacionados y se basan en una visión holística del florecimiento. Entre las claves de esta visión se encuentran algunas que pueden guiarnos en la práctica mientras buscamos un mundo mejor incluso en medio de la crisis climática:
- Nadie puede florecer de verdad si no florecen todos. Los expertos médicos nos dicen seria el caso de las vacunas Covid: Si no se protege a todo el mundo, globalmente, nadie está realmente a salvo. Lo mismo ocurre cuando abordamos las desigualdades humanas, ya sean económicas, raciales, de género, de edad, sociales y nacionales. Lo mismo ocurre con la naturaleza. Sin una biodiversidad sana, los seres humanos no pueden prosperar, y sin la naturaleza, desde los insectos más pequeños hasta los ecosistemas enteros, seguiremos perdiendo la variedad de vida que Dios crea y cuida con amorosa compasión.
- El florecimiento es mucho más que la prosperidad económica. El sistema económico mundial actual mide el florecimiento por el PIB y el crecimiento económico. La comprensión bíblica es mucho más amplia y compleja. En su centro se encuentran las relaciones saludables que dan vida entre las personas, la tierra y sus criaturas, y Dios. Una persona que gana el mundo entero pero pierde su alma está en bancarrota en términos de florecimiento. Dejemos espacio para lo que realmente importa: tiempo para reconstruir esas relaciones básicas con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con Dios.
- Florecimiento significa abordar conjuntamente el clima, la biodiversidad y desigualdad humana. Las llamadas «soluciones climáticas» que sólo pueden ser asumidas por las naciones ricas o por individuos, o que dañan la vida silvestre y los ecosistemas, fracasarán. Dios ha creado un mundo interdependiente y unido, por lo que las «soluciones basadas en la naturaleza» y la «justicia climática» no son sólo una jerga de campaña. Pueden ser el resultado práctico de una visión bíblica de shalom y prosperidad.
El reciente informe del IPCC afirma sin rodeos que nuestras decisiones ahora afectarán directamente a si nuestro futuro es un desastre climático desbocado, o si los recortes urgentes y radicales de las emisiones, la financiación para las naciones más afectadas y el cambio de prioridades para todos nosotros, pueden evitar una catástrofe absoluta. Como dijo Antonio Guterres en su respuesta, «las economías inclusivas y verdes, la prosperidad, un aire más limpio y una mejor salud son posibles para todos, si respondemos a esta crisis con solidaridad y valentía». Como cristianos, tenemos una clara visión del Reino de Dios en la tierra como en el cielo, de un río de vida con árboles frutales, de una nueva comunidad de personas de todas las razas y naciones. Esa visión no es sólo para la eternidad. Es para guiarnos a la acción impulsada por la esperanza ahora.
Foto de Maja Petric en Unsplash
Súper interesante el hecho que aunque el aumento de temperatura en 1,5ºC llegue a ser balanceado en diez años, el derretimiento de los cascos polares continuará durante miles de años. Qué tremendo! Entonces, ¿Porqué están poniendo metas al 2040, 2050, y aún al 2100, para reducir o balancear el Cambio Climático? ¡Eso será inservible!
¡Bien dicho, Osvaldo! Y por cierto, cómo cristianos, la compasión nos debrá mover a la acción por toda la creación de Dios: la gente, el paisaje, los animales.