Postales desde Oriente Medio, por Chris Naylor: 6. Cruce de culturas
2000: Humedales de Aammiq, Líbano
En la primavera de 2004 y de nuevo en 2005, un equipo de herpetólogos del Líbano, Francia y Reino Unido estudió ranas en 76 puntos del Líbano y encontró cinco especies, incluido el sapo de espuelas oriental, el primer registro realizado en el país.
Desde el principio, cuando los Harris nos pidieron que nos encargáramos del proyecto, mi mayor preocupación fue cómo íbamos a conseguir atraer a un grupo de personas con el abanico de conocimientos necesarios para llevar a cabo la conservación del humedal. Por citar sólo algunos, necesitábamos hidrólogos, botánicos, agrónomos, educadores, entomólogos y ornitólogos, así como ingenieros hidráulicos, proveedores de servicios de eco-turismo y estrategas comerciales.
La respuesta nos llegó en forma de las muchas nacionalidades distintas de los expertos miembros del equipo, voluntarios y estudiantes en prácticas que ofrecieron su tiempo con exagerada generosidad, y en algún caso incluso una parte de sus vidas. La mayoría de los miembros del equipo a largo plazo eran empleados locales o voluntarios de la red de A Rocha que se auto-financiaban. Recibimos apoyo de todo un grupo de expertos procedentes principalmente de otras ONG de conservación que durante nuestra estancia se convirtieron en pilares del movimiento conservacionista del país, apoyados por el Ministerio de Medio Ambiente y varias facultades universitarias. Para ofrecer una idea de la magnitud del apoyo global que recibimos, estas son las nacionalidades del equipo y voluntarios a largo plazo que trabajaron con nosotros durante nuestra participación en el proyecto: tres de EE.UU., siete británicos, cuatro canadienses, un holandés, dos franceses, cuatro libaneses, un palestino, dos sirios, un suizo y un neozelandés, así como una infinidad de voluntarios de todo el mundo.
Todos contribuyeron a la riqueza y fortaleza de un trabajo intercultural. Me encantaba trabajar con un grupo tan diverso. No obstante, un equipo intercultural significa trabajo duro. Cada uno llega con sus propios condicionantes culturales, aunque no los ve como condicionantes en absoluto. Cada uno de nosotros trae consigo unas determinadas reglas y maneras de ver el mundo y maneras en que esperamos que lo vean otros. Son producto de nuestra cultura: consoladoras, normales y compartidas; bueno, cuanto menos son compartidas en nuestro país. ¡El problema cuando trabajas lejos de tu país es que allí hay otras culturas que tienen sus propias presunciones y que también creen que son las normales! Con una globalización en continua expansión los equipos interculturales son cada vez más frecuentes, pero no suelen trabajar exactamente como tales. Suele haber una cultura dominante, y suele ser la cultura predominante en la zona. Quienes procedan de otras culturas deben adaptarse y encajar con las expectativas y normas predominantes que les rodean y el equipo, aunque se componga de distintas nacionalidades, trabaja de manera mono-cultural. Esto es más fácil, desde luego, y a menudo funciona bien, pero no es exactamente multicultural.
Para nosotros no fue así. Normalmente no había una nacionalidad dominante pero, incluso si la había, nunca era la libanesa, que era el contexto cultural en el que todos trabajábamos. Todo esto dio lugar a muchos debates: tratar de descifrar por qué Charbel dijo lo que dijo, y por qué Carol estaba tan molesta, ¡y por qué las escuelas libanesas siempre llegaban tarde!
La hora, la puntualidad y la falta de ella eran ciertamente algunos de los temas más conflictivos; otro era el estatus social. Las diferentes culturas pueden considerar de maneras muy distintas el estatus, la forma de conseguirlo, lo que significa, y cómo perderlo. Entre algunos de los componentes de nuestro equipo libanés descubrimos una sensibilidad especial en cuanto a la corrección de asignar ciertas tareas a determinados miembros del equipo, cosa que raramente sucedía con los componentes más internacionales. Aquí puede ser útil un ejemplo.
Richard y Yusef estaban en mitad del humedal y tenían que llevar a cabo una tarea. Richard era neozelandés, doctorado en biología de agua dulce, y Yusef se había graduado recientemente en biología por una universidad de Beirut. Los dos eran miembros del equipo y, en el calor de una tarde de verano, tenían que recoger muestras de sedimentos con barrena. Una barrena es como un gran descorazonador de manzanas con el que taladras el suelo y después lo retiras, arrastrando consigo varios pies de sedimento preservado en su estrato deposicional. Es un trabajo duro, sobre todo si hace calor, y para obtener una muestra se puede necesitar hasta una hora si la tierra está dura. Y ese día la tierra estaba dura.
“Venga, te toca a ti”, dijo Richard. “Creo que he conseguido hundirla un pie más”.
Yusef agarró la barrena y, tras unas pocas vueltas sin resultado, cayó rendido al suelo y, enojado, dijo a Richard, “¡Esto es ridículo! No deberíamos estar haciendo esto. Hace demasiado calor, y de todas formas este tipo de trabajo debería encargarse a un obrero. ¡Es manual!”. La última palabra la pronunció como una palabrota.
Richard estaba totalmente confundido. “Pero dijiste que no te importaba ayudar. Sabes que tenemos que hacerlo nosotros mismos. Ya expliqué en la reunión de equipo que no podíamos contratar a nadie porque tiene que hacerse exactamente así, de lo contrario lo más probable es que la barrena se rompa en la arcilla dura, y es la única que tenemos. Así es el trabajo de campo: es fantástico estar al aire libre, ¡mira a tu alrededor! Es un privilegio asombroso estar en un lugar como este y poder llamarlo trabajo. ¿Dónde podríamos estar mejor?”
La respuesta de Yusef fue sincera, aunque la dijo entre dientes: “¡En una oficina con aire acondicionado y una mesa grande!”
Finalmente se pudo obtener la muestra de sedimento, trabajo que realizó Richard en un 90%, pero el incidente nos ayudó a comprender mucho mejor la perspectiva de Yusef mientras hablábamos de ello más tarde. Yusef se había graduado recientemente. Tenía un título universitario. Tanto él como sus padres habían hecho grandes sacrificios para que él pudiese obtener un título. Él no se había apuntado al proyecto para eso. Eso estaba por debajo de él ¡y mucho más por debajo de Richard, que tenía un doctorado! A Yusef le gustaba estudiar aves, niveles de agua, plantas; “estudiar” era la palabra clave, porque era una tarea que requería respeto. Era ciencia. Había estudiado duro y se había ganado ese derecho. No había trabajado todos esos años para terminar cavando hoyos.
A nivel de proyecto tuvimos que aprender a respetar tanto el espíritu pionero neozelandés, con sus ansias de campo abierto y su placer por el trabajo manual, como la corrección cultural de las tareas asignadas a empleados locales. Aunque los extranjeros podían ignorar alegremente la imagen que pudieran dar al realizar una actividad determinada, para un miembro del equipo local el hecho de participar en tareas que pudiesen ser vistas como degradantes o indignas tenía repercusiones reales sobre su posición social, la cual comprensiblemente querían conservar.
Éste es el último de seis extractos de Postales desde Oriente Medio, de Chris Naylor. Publicado por la editorial Lion Hudson en marzo 2015, lo puede pedir en la página web de Lion Hudson
Traducción por Clara del Campo / Marisa Raich
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