Oseas: el profeta ecológico de la pérdida
Oseas es mejor conocido como el profeta que se casó con una prostituta. En una parábola dramática del amor de Dios hacia su pueblo infiel, Oseas intentó cortejar y recuperar a la esposa que lo abandonó. Pero, como el Cantar de los Cantares, el libro de Oseas es no sólo sobre el amor divino y el humano; un tercer conjunto de relaciones se teje a través del libro: la relación de Dios y la humanidad con la tierra y sus otras criaturas.
Oseas está lleno de una rica creación imaginaria, describiendo a Dios y a la humanidad. Dios en su justa ira ante la infidelidad, se compara con un león rugiente (5:14–15; 11:10), asi como con un leopardo al acecho y con un oso atacando (13:7–8). Dios también es tan confiable como el sol de Medio Oriente y como las lluvias estacionales (6:3). En contraste, los seres humanos tienden a ser como la niebla de la mañana o el rocío de la madrugada (6:4; 13:3), como un fuego ardiendo (7:6), como pájaros atrapados en una red (7:11–12), como uvas en un desierto e higos inmaduros (9:10), como gorriones y palomas revoloteando temblorosos (11:11). Estas son todas imágenes de la inconstancia y falta de confiabilidad. Estamos, según Oseas, fuera de contacto con los ritmos y las prácticas que nos pueden sustentar.
Sin embargo, en Oseas, la creación no es sólo una fuente de vívidas imágenes. Hay una ecología profunda en las relaciones que unen a Dios, la humanidad y el resto del mundo natural. La manera en que nos relacionamos con Dios es inseparable de la forma en que tratamos a nuestro prójimo, a la tierra y a sus criaturas. Oseas 4:1–3 desafía a las categorías de la modernidad. Cuando Dios condena la mentira, el asesinato, el robo, el adulterio y el derramamiento de sangre, de los israelitas, El se lamenta no sólo por la falta de fe, sino también por algunas consecuencias ambientales profundas: “A causa de esto la tierra se seca, y todos los que viven en ella se consumen; las bestias del campo, las aves en el cielo y los peces del mar son arrastrados” (Oseas 4:3). La ruptura de las relaciones con Dios lleva al colapso ecológico.
Hoy en día, muchos de los animales que Oseas describe han desaparecido del paisaje bíblico. El león asiático y el oso pardo sirio están extintos en Israel, y el leopardo árabe está en peligro crítico. Incluso las lluvias de primavera y de invierno son poco seguras. Las crisis ambiental de hoy es un síntoma de nuestra relación rota con Dios, y los ambientalistas seculares a menudo lo reconocen. Jonathon Porritt ha escrito: “hoy la tan llamada ‘crisis ecológica’ es, en esencia, una crisis del espíritu humano. Así como hemos degradado la tierra, hemos corrompido nuestras almas, atrapados en un frenesí de consumismo suicida”. Oseas estaría de acuerdo con esto.
Sin embargo, el vértice desesperado del desajuste social, espiritual y ecológico mutuamente destructivo, no es la última palabra. Oseas, comprometido con la restauración de su propio matrimonio roto, cree en un Dios que nunca abandona a su pueblo o a su planeta. El preveé un día futuro de relaciones restauradas entre Dios y el pueblo (“ustedes me llamarán mi marido; no me llamarán más mi maestro”, 2:16), y la promesa de un nuevo pacto, que incluye a ”las bestias del campo, las aves del cielo, y a las criaturas que se mueven por el suelo” (2:18). Habrá un fin para la violencia y la guerra, así como una intimidad renovada conectando a Dios y a toda la creación, ya que el pueblo de Dios prosperará como una planta bien arraigada (2:21–23).
Como esperamos la redención de Dios de toda la creación ¿significa que no hacemos nada ahora? No, en absoluto, dice Oseas. En 12:6 recibimos una agenda clara para la acción: “Tu debes volver a tu Dios –renovación espiritual–, mantener el amor y la justicia –actuar a favor de las personas y de todas las criaturas de Dios–, y esperar por tu Dios siempre” –mantener las prácticas que sostienen una relación viva con Dios, al igual que las damas de honor que mantuvieron sus lámparas encendidas en espera del novio en Mateo 25:1–13–. Si nos volvemos a Dios, podemos llegar a ser como un lirio en flor, un olivo bien arraigado, una vid fecunda, o un cedro del Líbano (14:5–7), en el corazón de un ecosistema espiritual, social y natural floreciente.
Traducción: María Eugenia Barrientos / Liliana Berango
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