La teología del clima
El cambio climático parece polarizar a los cristianos. Mientras referentes de todo el mundo se reúnen en París en las charlas sobre el clima de la COP21, muchos, incluidos miembros de A Rocha, han participado en marchas y peregrinaciones en el mundo entero. El Cardenal Turkson, asesor del papa en temas medioambientales, ha exhortado a los católicos a orar y participar en marchas (también en castellano). Algunos han realizado acciones directas: varios cristianos británicos fueron arrestados por pintar con cal la fachada del ministerio de gobierno responsable del cambio climático. En un paso de gran importancia, la Asociación Nacional de Evangélicos de Estados Unidos acaba de emitir una declaración contundente: “El cambio climático amenaza la vida y los medios de subsistencia de los ciudadanos más pobres del mundo.” En París, A Rocha está trabajando en colaboración con otros organismos cristianos en la organización de jornadas de oración y varios importantes eventos.
En cambio, la iniciativa International Prayer Council (Consejo Internacional de Oración, de Estados Unidos) ha manifestado su temor a una ‘agenda de control mundial’, y cita con aprobación a quienes consideran que «aquí no se trata de situaciones relacionadas con el clima, cuya evidencia ha sido cuestionada por numerosos científicos». Antes bien, sostienen, «se trata de una campaña de una élite internacional con conexiones marxistas y ocultistas que se propone establecer una nueva forma de tiranía mundial».
Entonces, ¿por qué divide a los cristianos el cambio climático? ¿Por qué algunos creen que se trata de un plan satánico, mientras otros lo ven como una cuestión moral de crucial importancia? ¿Por qué tantos más simplemente lo ignoran por considerar que no tiene nada que ver con su fe ni con su vida cotidiana?
En definitiva, se trata de una cuestión teológica. ¿Es el cristianismo una batalla puramente espiritual, o influye en cómo tratamos al planeta Tierra y a los más necesitados? ¿Qué le importa más a Dios, el libertarismo económico e individual o la justicia y la preservación de la creación divina? ¿Qué temas y pasajes bíblicos resultan pertinentes en relación con algo que era sencillamente inconcebible en aquellos tiempos? En el resto de este breve blog, quiero analizar algunas cuestiones planteadas a menudo por cristianos que se oponen a que nos involucremos en acciones con respecto al clima.
¿No es un signo de arrogancia humanista pensar que los seres humanos podrían haber cambiado el clima?
Irónicamente, ¡es exactamente lo contrario! En los tiempos de la Biblia, la gente veía un vínculo claro entre el pecado del hombre y el caos medioambiental. Oseas 4:1–3 es uno de los varios pasajes que se refieren al cambio climático que conduce a la destrucción de las cosechas y a la extinción de la vida silvestre, debido a que la gente no ha respetado las leyes de Dios. Fue el pensamiento laico de Bacon, Descartes y la Ilustración lo que separó la naturaleza de la cultura y presupuso que la humanidad podía considerarse una entidad en sí misma que actúa con independencia de la naturaleza. Hoy necesitamos recuperar la visión bíblica global de que los sistemas de la humanidad y de la tierra están profundamente interconectados y son interdependientes.
¿Podemos confiar en la ciencia?
Existe una importante correlación entre el escepticismo cristiano con respecto a la meteorología y el rechazo de otras ciencias convencionales, como por ejemplo en lo relacionado con la evolución. Sin embargo, comprometidos cristianos creyentes en la Biblia, entre ellos Sir John Houghton y la Dra. Katharine Hayhoe, son destacados científicos especializados en el clima. El trabajo científico, cuando se realiza con honestidad, seriedad y revisión por parte de pares calificados, es amigo, no enemigo de la fe bíblica. Es simplemente pensar en el pensamiento de Dios por Sí mismo, como observó Johannes Kepler. El primer científico fue Adán, quien, al dar nombres a las criaturas, lo hizo con curiosidad, discernimiento y una cuidadosa clasificación, elementos esenciales del método científico. Todas las academias nacionales de ciencias y prácticamente todo el mundo, salvo unos pocos que se oponen (la mayoría de ellos sin conocimientos de ciencias del clima) aceptan el consenso global de que la quema de combustibles fósiles está afectando gravemente al clima mundial.
¿Acaso el clima no es un problema de Dios, no nuestro?
Algunos argumentan que, dado que Jesús —no sus discípulos— calmó la tormenta (Marcos 4:35–41), no tiene sentido nada que hagamos con respecto al clima: ¡Debemos orar y dejarlo en manos de Dios! Es cierto que las acciones de los seres humanos por sí solas no salvarán al planeta, pero Dios elige obrar a través de las personas. En los planes de salvación de Dios en la catástrofe climática de la inundación de Noé intervino la acción del hombre. En nuestro carácter de seres llamados a reflejar la imagen de Dios, estamos llamados a reflejar el carácter de Dios ejerciendo nuestro humilde liderazgo (‘dominio’) sobre la Tierra y las criaturas que la habitan. Romanos 8:19 nos recuerda que la creación espera que se revelen los hijos de Dios – en otras palabras, que la Iglesia reaccione y actúe. Tanto el escepticismo sobre el clima como la generalizada apatía e inacción de muchas iglesias constituyen una negación de nuestra llamada bíblica de servir y preservar la obra de Dios (Génesis 2:15).
El proceso del clima de Naciones Unidas, ¿forma parte de una conspiración anticristiana?
Algunos han declarado que una élite izquierdista oculta está detrás de la ONU y de su proceso del clima. Tienen razón en que el cambio climático es una batalla espiritual, no solo política, pero están equivocados en cuanto al enemigo. Como afirman muchos cristianos que participan en la COP21, no hay élite ni agenda secreta. Quienes asisten a la COP21 abarcan un amplio espectro político de izquierda y de derecha y tienen agendas muy diferentes así como diversas posturas religiosas y no religiosas, habiendo entre ellos comprometidos cristianos provenientes de muchas naciones. Jesús a menudo advertía acerca de los peligros de la adicción a la codicia y la riqueza. Las fuerzas espirituales contra las que debemos orar y obrar son las que esparcen mentiras para proteger los poderosos intereses invertidos en la industria de los combustibles fósiles y la industria contaminante, y que adoran a los ídolos del consumismo, el individualismo y el desenfrenado crecimiento económico sin preocuparse por la pobreza y el medio ambiente. Quienes tanto critican a los líderes mundiales que se reúnen en París deberían recordar Romanos 13:1 y 1 Timoteo 2:1–3. La ONU y los líderes mundiales necesitan de nuestras oraciones para que el espíritu divino permita encontrar una salida y un acuerdo para impedir que siga aumentando la temperatura del planeta, se aborde la injusticia relacionada con el clima, y se atienda y preserve a las criaturas declaradas ‘muy buenas’ por el Señor.
Traducción: Mónica Algazi / Marisa Raich
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