Esperanzadora acción
En una reciente conferencia en los Estados Unidos la principal oradora, la escritora y profesora de filosofía Kathleen Dean Moore, invitó a la audiencia a “renunciar a la esperanza” acerca del medio ambiente. En un extremo de la esperanza, dijo, está la “desesperanza”: simplemente, los problemas son demasiado grandes y demasiado complejos; nada de lo que hagamos importará. En el otro extremo del espectro se encuentra la “esperanza desinformada”: todo saldrá bien, no tenemos que hacer nada.
En lugar de esperanza, argumentó, necesitamos “integridad moral”. Debemos reconocer que las raíces de la crisis ecológica a la que nos enfrentamos residen en nuestras elecciones.
Estoy de acuerdo con Moore en que, de hecho, necesitamos integridad moral. Y necesitamos la forma más elevada de integridad moral; necesitamos integridad bíblica. También estoy de acuerdo en que ni la desesperación ni la esperanza desinformada tienen ningún valor. Pero me detengo aquí para no descartar la esperanza. No hay necesidad de tirar al niño junto con el agua del baño.
Como me enseñó en una ocasión mi pastor, debemos definir nuestros términos. Por lo tanto, aclaro que por “esperanza” me refiero a la confianza que los cristianos tenemos en Jesucristo, por quien, según dice la Biblia, todas las cosas fueron creadas, por quien todas las cosas subsisten, y por quien todas las cosas se reconcilian con Dios. El reino de Cristo “ya, pero todavía no” trae el shalom al orden creado: humanos y no humanos por igual. Aunque la batalla continúa (las especies desaparecen, el clima cambia y las personas sufren), la guerra ha terminado. La victoria está asegurada.
Por lo tanto, los cristianos pueden tener esperanza.
Esa esperanza, sin embargo, es muy diferente del tipo de esperanza “todo va bien, siéntate y relájate” contra la que Moore nos advierte muy atinadamente. Esta esperanza conduce a la acción. La naturaleza exacta de la acción, por supuesto, varía según el contexto.
Dentro de la familia internacional de los proyectos de A Rocha, la acción va desde la restauración de pantanos y de hábitats de aves a enseñar a los niños acerca de la creación y su Creador, desde el cultivo de hortalizas para los necesitados a ayudar a otros necesitados a crear puestos de trabajo, y más.
Las acciones individuales y familiares probablemente impliquen lo que el pastor y escritor Tri Robinson llama: “reducir las huellas de pisadas (huella ecológica) y aumentar las huellas dactilares (acciones benéficas)”. Entre los ejemplos de una menor huella ecológica encontramos la reducción del uso de combustibles fósiles, la reducción del consumo de alimentos de lugares lejanos y la reducción del consumo en general. (Estos ejemplos sin duda proceden de un estilo de vida estadounidense, que consume una parte mucho mayor de lo que debería de los recursos de la tierra). Del lado de las huellas dactilares de la ecuación encontramos cosas tales como la sustitución de especies invasoras por plantas nativas para mejorar el hábitat, el uso de técnicas de agricultura ecológica y trabajar para limpiar y proteger las masas de agua.
Para las iglesias, la acción podría comenzar con la predicación y la enseñanza de la excelente creación de Dios – humanos y no humanos por igual –y el mandato de cuidar de toda ella. A partir de ahí, la acción podría extenderse para incluir acciones ecológicas en las instalaciones mediante la reducción del uso de agua y el reciclaje de materiales. Y para aquellas iglesias que buscan aún más acción, la esperanza podría conducir a la asociación con otras organizaciones de la comunidad para limpiar un curso de agua local, eliminar las especies de plantas invasoras o incluso adoptar la cuenca hidrográfica local.
Estas, por supuesto, son sólo algunas de las miles de posibilidades de acción basadas en la esperanza. Los cristianos pueden cuidar de la maravillosa pero acosada creación de Dios. Sean cuales sean las acciones, sin embargo, es vital recordar de dónde procede nuestra esperanza y, por lo tanto, nuestra fortaleza. El trabajo puede ser duro. Los resultados pueden ser pequeños, o incluso invisibles. Estamos llamados sólo a ser fieles. Dios está a cargo de los resultados. Y eso es motivo para tener esperanza y para actuar.
Traducción: María Eugenia Barrientos / Marisa Raich
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