Dios Padre, Madre Tierra y un tritón de cumpleaños
Un pequeño tritón vino a saludarme por mi cumpleaños. Bueno, no estoy segura de que lo hiciera deliberadamente. Mi marido, Greg, estaba cavando el estanque y lo encontró descansando sobre el fango. Era el primer tritón que veíamos en nuestro jardín, así que nos llamó para que fuéramos a verlo.
Lo que él no sabía es que llevo a los tritones en un lugar muy especial de mi corazón. Cuando era niña, había muchos de ellos en el estanque de un vecino, y solía pasarme horas sentada allí yo sola, observándolos flotar en la superficie, cazándolos, sosteniéndolos en mis manos y en general conversando con ellos a mi manera.
Así que me pareció maravilloso que aquel pequeño tritón apareciera justo en la mañana de mi cumpleaños, como si la Madre Tierra me hubiera hecho su regalo particular sabiendo que sería muy especial para mí.
Llena de alegría, tuiteé la foto que aparece al principio de este artículo con una nota dando las gracias a la Madre Tierra por mi regalo de cumpleaños. Poco después quedé confusa cuando alguien me riñó amablemente por lo que había dicho, cuestionando si no estaba inclinándome demasiado hacia el paganismo y preguntando por qué no daba las gracias a Dios Padre en lugar de hacerlo a la Madre Tierra.
El comentario me hizo reflexionar: ¿está mal atribuir algún tipo de personalidad o voluntad al mundo inanimado? ¿Está mal pensar que puedo hablar a la Tierra de alguna manera? ¿Me lleva esto inevitablemente al paganismo?
Por supuesto, estamos acostumbrados a atribuir sensibilidad, personalidad y voluntad al mundo de las criaturas, completamente en contra de lo que pensaba Descartes, que consideraba a los animales meras máquinas. Cuando la perra de mi hermana nos trae el palo, le damos las gracias y una cariñosa caricia, y cuando mi hija se come un plátano por la noche y nuestro conejo quiere un poco, salta encima de ella y le molesta hasta conseguir un trozo. Pero, ¿y qué hay de los aspectos inanimados del mundo natural?
Resulta interesante ver que, aunque no nos demos cuenta siempre, la Biblia no duda en concebir el mundo inanimado como algo con sentido de la voluntad. Los árboles, las montañas y las colinas se regocijan cuando el pueblo de Israel hace lo correcto y escucha a Dios (Isaías, 55), y los Salmos describen toda clase de aspectos del mundo natural –animados e inanimados– alabando a Dios (el Salmo 148 es el ejemplo más claro). Esto no termina en cosas individuales: la tierra aparece lamentándose por la maldad de los hombres (Jeremías 12:4, Oseas 4:1-3) y toda la creación habla de gemidos de dolor propios de un parto. ¿Fue solo un recurso poético? Quizás… No estoy tan segura.
Después sentí curiosidad al cantar el himno Todas las criaturas del Señor esta semana en la catedral de Birmingham, donde daba una charla. Seguro que ustedes conocen este himno. Es el favorito de muchos y de ninguna manera se lo considera poco ortodoxo. Y justo al principio de la estrofa 2 dice así: «Pródiga tierra maternal, que frutos nos brindas sin cesar». Allí estaba: cantábamos a la Madre Tierra como si de un ente con voluntad propia se tratara, ¡y nadie se inmutó!
El himno está basado en el Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís (inspirado a su vez en el Salmo 148), quien no tuvo problemas para dirigirse a los diferentes elementos del mundo natural –tanto inanimados como animados– como hermanos y hermanas.
Es dentro de esta tradición donde se mantiene nuestro papa actual, y fue también característica destacada en su encíclica Laudato si’ (Alabado seas). De hecho, comienza su discurso citando el Cántico de San Francisco: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la madre tierra, que nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas».
A hombros de gigantes como estos, muchos cristianos estamos redescubriendo nuestro parentesco con el resto de la creación del Señor y lo vivimos como un viaje de humildad e inspiración.
El papa Francisco continua así: «Hemos olvidado que nosotros mismos somos polvo de la tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura». ¿Pensar que la Madre Tierra pueda hacernos regalos, como el tritón de mi cumpleaños, es alejarse demasiado de estas palabras?
Esto no es paganismo. Esta manera de pensar está firmemente enraizada en la convicción de crear, preservar, redimir y salvar a Dios. Es un conocimiento más profundo de nuestro lugar dentro de la comunidad de la creación (usando las hermosas palabras de Richard Bauckham) y una apreciación más sincera de la necesidad de vivir cuidando de este, nuestro hogar común.
Publicado originalmente en inglés, en el blog de Ruth
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