Amar el lugar donde estamos
Espero iniciar una discusión acerca de cómo hablamos sobre… por ahora, llamémosle «cuidar de la creación».
Miranda y yo hemos tenido la enorme bendición de leer el maravilloso comentario de Ellen Davis sobre los Proverbios, el Eclesiastés y la Canción de Salomón (link en inglés), así que fue un gran privilegio disertar con ella en Shanghai, el pasado noviembre, en el Seminario Bíblico y Medioambiental organizado por la Academia de Ciencias Sociales. Aprovechamos todas las oportunidades de conversar con ella durante las comidas y en los viajes en ómnibus y tren, y para pedirle que aplicara su mente profundamente bíblica a la cuestión de encontrar una buena terminología que haga justicia al trabajo de A Rocha y de todos quienes cuidan de la creación, ya sea en el hogar, en el trabajo o en el campo, y en todas nuestras relaciones con el buen mundo material que forma parte de la creación del Señor.
«Gestión» no es un término bíblico, y si bien la expresión «cuidado de la creación» es generalmente aceptada en la actualidad, tiene, como todos los términos, sus limitaciones. De todos modos, siempre necesitaremos diversas frases y palabras, ya que ninguna descripción por sí sola servirá en todos los casos. Ese es uno de los motivos por los cuales Jesús se valió de «numerosas parábolas» para enseñar sobre el Reino de Dios.
Durante el seminario, Ellen sugirió que a las personas dedicadas a cuidar de la creación se les proporciona una danza cuya coreografía es obra del Creador, ¡pero esa imagen podría parecer un poco artística y etérea a algunos hombres y mujeres de negocios con quienes trabajo! Así que de un día para otro ella nos escribió unas notas y luego, mientras esperábamos un tren en la estación de Nanjing, paseamos por el andén y charlamos un poco más. ¡La estación es más grande que cualquier aeropuerto que conozco, así que hay espacio de sobra para pasear con tranquilidad!
Al final de nuestra conversación, la palabra que mejor parecía describir la naturaleza misma de la misión de A Rocha era jardinería. Quizá recuerden ustedes que Margaret Atwood envió un tuit a sus seiscientos mil seguidores contándoles que había encontrado a «los jardineros de Dios» cuando conoció a Markku y Leah Kostamo y tuvo su primer contacto con A Rocha de Canadá.
La imagen de nosotros haciendo jardinería nos recuerda que es Dios quien propicia el crecimiento, no nosotros. La jardinería, aun en una creación tortuosa, constituye una tarea esforzada y agradable que brinda paz al cuerpo y al alma. Y es un trabajo en el que obtenemos tanto frustración como fruto. Aun así, mientras cultivamos el jardín que es la tierra (y parece que la «jardinería» humana a lo largo de miles de años ha contribuido a la notable biodiversidad de las selvas tropicales del Brasil) colaboramos con nuestro amoroso Dios Creador, exclusivo responsable de proporcionarnos todas las condiciones bajo las que podremos «producir» algo.
Sea cual sea el nombre que demos a nuestro trabajo –jardinería, cuidado de la tierra, conservación de la naturaleza– es preciso que elevemos una plegaria para ser fieles y agradecidos por la bendición de la creación, y no sintamos temor ni inquietud por nuestra condición de criaturas.
¿Podríamos iniciar un debate sobre cómo describir mejor nuestra tarea, de modo que nuestro lenguaje refleje cabalmente nuestra intención?
Les ruego me digan si pueden ustedes aportar alguna nueva descripción. Algunos de nosotros trabajamos en inglés, pero en otros idiomas, en especial el chino, el movimiento que está surgiendo para atender las necesidades de la tierra precisa encontrar un nuevo lenguaje. Necesitamos un vocabulario amplio y rico para sostenernos e inspirarnos.
Me agrada bastante la expresión «Ama el lugar donde estás» como llamada a la acción, ¡pero es posible que alguien ya la esté utilizando!
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