El verdadero libro de la selva
El libro de la selva, de Disney, 1967, es una de mis películas favoritas.
Ahora podemos disfrutarla nuevamente en la aventura fantástica de 2016 dirigida por Jon Favreau.
¡Qué fabuloso sería el mundo si pudiéramos sentirnos seguros ante una manada de lobos (Canis lupus), cantar con osos perezosos (Melursus ursinus), cabalgar sobre un leopardo (Panthera pardus) y hablar con elefantes asiáticos (Elephas maximus)! Pero la triste realidad es que la mayoría de nosotros se enfrenta a un dilema totalmente opuesto al de Mowgli.
Tras haber sido criado por lobos, él se sentía seguro en la selva y no deseaba regresar al pueblo de los hombres. En el Reino Unido, donde vivo, la mayoría de nosotros nos sentimos más seguros en nuestras aldeas, pueblos o ciudades y reaccionamos con miedo e incluso con agresividad cuando la naturaleza amenaza de alguna manera nuestra seguridad, nuestros ingresos o nuestra comodidad.
El verano pasado, el primer ministro británico hizo una llamada a una «gran conversación» después de que unas gaviotas atacaran a dos perros en el sur de Inglaterra (noticia en inglés).
En la islas occidentales de Escocia, donde se ha reintroducido con éxito el pigargo europeo (Haliaeetus albicilla), la pérdida de algunos corderos hizo que los granjeros pidieran que se controle a las aves (noticia en inglés). En el este de Escocia los granjeros han disparado a castores europeos (Castor fiber) porque los diques de los animales dañan sus sistemas de drenaje (noticia en inglés).
Los castores hacen que los cultivos se inunden, los ataques de gaviotas pueden resultar aterradores y los pigargos matan a unos cuantos corderos. Pero existe un notable contraste entre la intolerancia que muestran aquellos de nosotros que viven en paisajes degradados, donde nuestros mayores depredadores fueron exterminados mucho antes de que llegáramos nosotros, y la disposición a sufrir pérdidas, o incluso el riesgo de heridas y muerte, de las personas que siguen viviendo junto a animales mucho más peligrosos.
En la India, donde se desarrolla El Libro de la Selva de Rudyard Kipling, muchos granjeros se reúnen por la noche alrededor del fuego para proteger sus cultivos de los elefantes hambrientos, que en ocasiones ocasionan la muerte de seres humanos. Sin embargo, según la experiencia de A Rocha India, los aldeanos no piden que los animales sean sacrificados: quieren que estos impresionantes gigantes sobrevivan.
Este año en la India, un leopardo entró en una escuela de Bangalore y, tras atacar a seis hombres, fue capturado y luego devuelto a la vida silvestre. El Departamento Forestal pidió a A Rocha que implantara un programa educativo para formar a maestros y alumnos acerca de estos grandes felinos y cómo reaccionar si se encuentran con uno; el objetivo es proteger tanto a los animales como a las personas.
Por supuesto, nuestras visiones sobre el mundo son diferentes. Pero una sociedad cristiana o post cristiana no tiene excusa. Una de las primeras expresiones sobre literatura ecológica se encuentra en la Biblia. El salmo 104 (específicamente los versículos 10–24) describe a Dios como Creador y Sustentador: quien suministra alimentos para toda cosa viviente. Aquí el hombre es solo una pequeña parte de la naturaleza, mientras el león (Panthera leo), el asno salvaje asiático u onagro (Equus hemionus), la cabra salvaje (Capra aegagrus) y muchos otros mamíferos y aves se desarrollan y prosperan. El salmista dice a Dios «Sabiamente los creaste a todos; la tierra está llena de tus criaturas».
Me pregunto si alguno de nosotros podrá aprender de este antiguo escritor, y de los pueblos que todavía viven junto a Shere Khan, Bagheera y Kaa, la sabiduría y el profundo respeto por las criaturas con las que compartimos el mundo.
Traducción: Andrea Pisera / Marisa Raich
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